Hace escasos días, leí un artículo en el que le hacían una entrevista al filósofo estadounidense, de origen judío, Michael J. Sandel, al que le fue otorgado el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2018.
Observé que Sandel, influenciado por Kant, Aristóteles, John Stuart Mill, etc. tiene una visión de la vida muy coherente e interesante. Sin hacer discriminaciones contra nadie, este profesor de Harvard viene a decir que las diferencias económicas siempre existen, son inevitables, y que las distintas clases sociales no son malas, siempre que la persona se mueva por humildad y por el bien general.
En estos días de pandemia se ha podido comprobar que todos necesitamos de la ayuda de los demás y que todos los trabajos u oficios son sumamente respetables. Cualquier trabajo, por insignificante que pueda parecer, establece un eslabón hasta llegar a lo más alto.
Para Kant: “La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz”.
Aquel que ostente un cargo público, su prioridad debe ser conseguir el bien común de todos los estamentos y evitar la prepotencia, de algunos que se creen que tienen el poder en sus manos. Ya hemos comprobado la vulnerabilidad a la que estamos expuestos.
Es importante que los grandes empresarios puedan dar trabajo a tanta gente cualificada para tareas esenciales, que realizan un trabajo tan digno como cualquier otro. Por supuesto, sin ir en detrimento de la pequeña y mediana empresa. Sin abusos de poder ni tiranía.
Nadie es intocable, aunque cuando se posee la juventud, puede llegar a parecérselo a un gran número de ellos, de ahí su ímpetu y sus ganas de vivir ante un mundo incierto, en el que se les pide demasiado, pueda conducirlos a querer vivir al máximo. A veces, es un precio muy alto el que hay que pagar por ello. En este presente en el que nos hallamos aún se les exige más, pero a ellos les digo que es en sus seres queridos en los que tienen que pensar ahora. El tiempo pasará y os hará ver todo desde otra perspectiva, de lo que sí es tocable y hundible. Tenéis lo esencial en vuestras manos: el tiempo, y que conste yo no soy tan mayor. Por eso hay que pedirles, que entiendan, que sin sus mayores no son nada, que se dejen de botellones y de querer ignorar a un enemigo, que no por ello va a desaparecer.
Nos ha tocado a nuestra generación ahora. No nos queda otra que soportar estoicamente la realidad.
Todos los eslabones son necesarios. Lo que hace falta, en estos momentos, es llegar a un consenso en común, que intente velar por el bien de todos, sin envidias, sin afán de protagonismo ni de convertir el dinero y el poder en el principal objetivo.
No se puede vivir de utopías ni de predicar una cosa y luego hacer lo contrario o de mirar para otro lado como si nada ocurriese.
Para David Hume: “El más dulce e inofensivo camino de la vida conduce a través de las avenidas de la ciencia y del saber”.